El 29 de mayo de 1953 Edmund Hilary y Tensing Norgay coronaban, al pisar la cumbre del Mt. Everest, un par de meses de esfuerzos de un formidable equipo coordinado con maestría por Sir John Hunt. Hoy conmemoramos 58 años de aquel hecho y hoy mismo; dos grandes alpinistas de los tiempos modernos están descendiendo después de permanecer aislados a más de 7000 metros en una escarpada pared del Baruntse de 7.162 metros sobre el nivel del mar. Realizaron una escalada en estilo alpino de alto nivel de dificultad y exposición. Alcanzaron la cumbre el 25 de mayo y fueron atrapados, no sorpresivamente, sino obligadamente por el ciclón Yaas, la situación de estos dos hombres Marek Holecek de 46 y Radoslav Groh de 32 años, trascendió el ambiente del montañismo para alcanzar a la prensa global que aprovechó el hecho para crear una noticia que satisfaga las ansias y demandas de un público sediento de catástrofes y penares varios.
Pero lo hecho
por estos checos es la excepción, los ecos de esta temporada en los himalayas confirman
la descomposición y paulatina desaparición del alpinismo clásico, tal cual lo
anticipado por algunos, entre ellos yo, que en un posteo titulado: “Explosión mediática por cumbre en el Everest” comentando
el ascenso de Mercedes “Tety” Sahores en 2009, dije:
Las
expediciones comerciales han creado un nuevo etilo, algo más parecido a una
carrera de aventura que a una expedición. Sumándole conocimientos, medios y
servicios, hacen parecer más accesible aquello que a sir Edmun Hilary y a
Tenzing Norgay los dejó casi sin aliento. La montaña es la misma y las personas
no hemos evolucionado casi nada desde el punto de vista motriz, desde aquel 29
de mayo de 1953. Si, han cambiado los equipos y la vestimenta, pero sobre todo
las ideas, esta nueva tendencia que traslada una superabundancia de medios,
desarrolla un conocimiento pormenorizado de cada metro de las rutas, asistidos
por sistemas satelitales, de comunicación, información geográfica y
meteorológica, valiéndose de la apertura de huellas, instalación de escaleras y
cuerdas fijas realizadas por terceros contratados al efecto, todo para preparar
el camino a los clientes de las empresas y desde luego para los pocos
montañistas deportivos que en marcada minoría concurren a los objetivos más
accesibles y a la vez más comercializados de los Himalayas.
Lo cierto
es que lamentablemente no me equivocaba en absoluto. Hace unos días Carlos Soria
el octogenario alpinista español que trataba de alcanzar la cumbre del Dhaulagiri,
la séptima montaña más elevada del mundo, en su afán de completar los ascensos
de los 14 ochomiles, siendo este, el ultimo que le resta para tal hazaña. En declaraciones
hechas desde el campo base hizo referencia a las novedosas condiciones que
imperan en los ochomiles a partir de esta temporada, pandemia y vacunación mediante,
los cambios operan en las formas de ascenso debido a un incremento de las operaciones
de guiado a gran escala, que claramente imponen condiciones en su tarea principal
que es facilitar la ruta para sus clientes, muchas veces sin ningún tipo de experiencia,
al punto que pagan extra para que les cambien un puño jumar de un lado al otro
del nudo. El producto montañismo nació en los Alpes hace unos doscientos años,
de la mano de campesinos, buscadores de gemas y/o cazadores, que poblaban los
valles de Francia y Suiza principalmente y luego de todo el arco alpino que devinieron
en guías, legítimamente motivados por el irresistible incentivo de las valiosas
Libras de los señores británicos en su impetuoso deseo de conquista de las
cumbres alpinas. La actividad tuvo un pulso de innovación y expansión en los
años sesenta cuando se trasladó a los himalayas a propósito de la fundación de
Mountain Travel Nepal la primera operadora de turismo activo de Asia y finalmente
en los primeros años del siglo XXI con la consolidación de un numero creciente
de empresas operando en varios ochomiles, siendo el principal escenario de
negocios, practicas a aprendizajes el monte Everest. Desde el desastre del ’96,
muy bien descripto por Jon Krakauer en su libro Mal de altura, a la fecha, solo
se ha visto un incremento significativo de la demanda y un incesante perfeccionamiento
de las capacidades operativas de las empresas y la aparición y crecimiento de
las operadoras nepalesas que están tomando el control del negocio de llevar clientes
a las cumbres, hecho que constituía los sueños distantes y poco probables de grandes
alpinistas formados en extensas carreras deportivas desarrolladas en las
montañas del arco alpino, los Andes, Alaska u otros rincones ríspidos del
mundo.
En esta
temporada, Carlos Soria lo cuenta, esta nueva corriente de turistas físicamente
fuertes, al llegar a Katmandú preguntan en las agencias en que montañas están montadas
las cuerdas fijas, para adquirir varios permisos a fin optimizar el tiempo para
probar suerte en varios ochomiles a la vez, mas allá que no sepan distinguir entre
Annapurna y Makalu. Una ética que solo valora el resultado, los habilita para usar
el máximo de medios disponibles, incorporando los helicópteros, a la altitud
que de la capacidad de los pilotos y las ambiciones de los empresarios alcancen.
Así pasó con el taiwanés Lu Chung-Han en abril, que ordenó un helicóptero al campo tres del
Annapurna para apurar el viaje a Katmandú y las comodidades del hotel para
estar mejor preparado con vistas a afrontar el ascenso del Dhaulagiri en lo
inmediato. Esto ha pasado, este es el cambio y un punto de inflexión fue el
ascenso invernal al K2 promocionado por entre otros por Nirmal Purja quien hace
dos años alcanzó la cumbre de los 14 ochomiles en poco más de 180 días, abriendo
a la mente de muchos, la posibilidad de aprovechar una temporada para una hazaña
similar.
En el
Everest de la pandemia, aun con Covid positivo en el campo base para muchos, se
vivió otra orgia de cumbres, unas 400 personas con una tasa de sherpas muy por
encima de la media, algo así 1,9 a 1, es decir casi el doble de sherpas que
occidentales, entre los que también hay muchos guías europeos, norteamericanos
y de algunos otros países de occidente, lo que deja el porcentaje de clientas bastante
por debajo de la mitad, es decir más de dos empleados para cada turista, esos
son los cambios que se esperaban porque ese es el montañismo moderno.
Es
media tarde en el norte de la Patagonia, a esta hora tal vez Marek y Radoslav
ya estén en su campo base donde los esperaban otros dos hombres, ellos no
pidieron rescate y enfrentaron las circunstancias siguiendo viejas tradiciones.
En unos días sus nombres y su historia se habrán olvidado, tuvieron su momento Tik
Tok y se pasaron los dos minutos de lo que hoy es un largometraje, tan rápido va
todo que el Comité Olímpico le puso velocidad a la escalada, oficializando una práctica
pagana creada por los inventores de los Extrem Games de ESPN. Es natural
oponerse irracionalmente a los cambios y es una actitud que habitualmente recibe
muchas críticas, pero también lo es seguir la corriente, ir detrás de los pasos
de la mayoría recostándose en la comodidad de formar parte de los espacios
comunes. Un balance entre ambas posturas también es difícil. Se que casi con
seguridad el alpinismo clásico, con su contenido evidente de toma de riesgo,
incertidumbre, peligro, adversidad y poca cosmética sea cada vez más marginal, porque
cada vez la civilización se dirige a hacia estructuras más severas de protección,
que no son otra cosa que control más estricto. Para terminar con este breve escrito,
en estos días que me parecen una película, una en la cual tener un termómetro en
la mano te da más poder que empuñar un arma de fuego, les dejo un párrafo del
libro: Una
breve historia del futuro, de Jacques Attali, quien dice que un futuro cercano las compañías de
seguros, conquistarán gran parte del poder financiero mundial:
“no solo exigirán que sus clientes paguen sus primas, sino que verificarán además que se ajusten a unas normas para minimizar los riesgos que tendrán que cubrir llegando progresivamente a dictar normas planetarias… penalizarán a los fumadores, a los bebedores, a los obesos, a los que no puedan obtener un empleo, a los desprotegidos, a los agresivos, a los imprudentes, a los torpes, a los distraídos, a los derrochadores. La ignorancia, la exposición al riesgo, al despilfarro, la vulnerabilidad, se considerarán como enfermedad”.
Buenos ascensos y escaladas.
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